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Volver sobre las marchas pasadas

MAGDALENA QUIJANO

 

Un futuro simple es también un futuro imperfecto, una derrota, una promesa inconclusa, un acto que no termina de ensayarse, que se presenta en forma de pregunta o tentativa. Primera persona plural de un futuro simple, es la definición gramatical de “venceremos”, título bajo el que Camila Ramírez nos hace ingresar a una sala de juegos o a una zona donde los deseos van tomando posición a partir de preguntas y paradojas que se disponen para ser resueltas o no. 

 

No se trata de realizar una tarea, cumplir un plazo, conseguir un fin, éste parece ser un llamado a jugar, a entregarse al paso del tiempo sin propósito útil, ante la pérdida o el triunfo, todas la veces que sea posible. “Venceremos” no es un llamado a la productividad, pero tampoco una condena de postergación al infinito, es un término que hace alusión al ejercicio político pero también a las lógicas del juego.

 

Las láminas exponen formas del pasado que aparecen como constelaciones a medio construirse y a medio desaparecer para quienes viven en desvelo cuando el sueño se hace imposible. Estas figuras para armar, como las estrellas en la noche, aparecen ante la ausencia de luz, cuando se ha perdido el horizonte y solo queda detener la marcha y alzar la vista, cuando la mirada se torna ciega porque todo parece ser lo mismo y nada a la vez.

 

El ocio y el ejercicio lúdico son la contrapartida de los proyectos socialistas que han enaltecido la figura del trabajador como el gran agente revolucionario, planteando el trabajo como la vía al progreso y a la emancipación. Despojar estas relatos de una utilidad también tiene que ver con despojar al arte de la pregunta o demanda por una función social o transformadora, que en definitiva implica entender y vincularse con el mundo lejos de un rendimiento productivo. 

 

Pasamos de poner el valor en grandes transformaciones, a la total, permanente y veloz  conversión de todo en valor sin límite. Este orden de cosas comparte con la utopía la imposibilidad de realizarse como fin. Entonces, si no parece haber meta definida, y por tanto, medida ante la cuál revisar su rendimiento, cómo decir quiénes son los vencedores y quiénes son los vencidos. 

 

Los pasatiempos que se despliegan en la muestra, son la constatación de una época y un proyecto perdido que reaparece en los signos y narrativas que subsisten a su derrota. Ante la incertidumbre que acecha, lo que se ofrece no son soluciones o respuestas, más bien, parece ser una invitación a despojar de productividad los emblemas, símbolos y consignas que allí emergen.

 

Un futuro simple es también un futuro imperfecto, una acción que nunca podremos acabar porque el cumplimiento del fin sería su propia derrota: el término de todo juego posible. La repetición, la pérdida de tiempo, volver sobre las marchas pasadas, solo tiene sentido en el espacio de lo lúdico, que es el de la re-creación.

*Este texto fue escrito en mayo de 2019, en el contexto de la exposición individual Primera Persona Plural del Futuro Simple, Galería AFA, Santiago, Chile.

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